Su bigote y el cigarrillo. Su cabello blanco peinado hacia atrás. Su pantalón de tela importada con filos de lavandería y los tirantes que abrazaban aquella camisa blanca nube. Y qué decir de sus zapatos? Los recuerdo brillar tanto o más que las piezas metálicas de sus tirantes. Su caminar traía consigo el aire de algún magnate del siglo XX. Era imposible no mirarle. Toda una esencia de muchas cosas, era ese Don Roque Feliz.
Le veía subir como el sol por la calle Sánchez hasta el peatonal de El Conde todos los días; a veces por sí solo, o en compañía de alguno de sus hijos. Era un diestro jugador de ajedrez, a menudo se hacían gentíos entorno a sus partidas cercanas a La Cafetera : “Yeyurria”, “Tocadeti”, “Tribilin”, alguno de los cantos que usaba al ganar o completar una jugada decisiva.
Su silencio era como el de los faroles de la Hostos, al menos yo, nunca le escuché decir demasiado ni siquiera en su casa.
Fue el padre de mi amigo Ismael y el tío de Jonás Muvdi, personas con las que tengo importantes recuerdos de cuando empecé a interesarme por la música hip hop. Padre por igual de la bella y popular Jennifer. Sin duda don Roque Feliz fue y sigue siendo una pieza de la antología urbana de la Zona Colonial. Paz y resignación para su familia, posteridad para su recuerdo...
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